La ciencia de la complejidad
La
referencia a que vivimos en ‘un mundo cada vez más complejo’ se usa con
frecuencia para describir el entorno en el que las organizaciones y las personas
se desarrollan hoy en día, asociado al incremento de la velocidad de innovación,
la menor vigencia de los planes estratégicos e incluso la menor ‘esperanza de vida’ de las empresas.
En
este entorno, eventos inesperados pueden aparecer en cualquier momento y
complicar la planificación perfectamente diseñada que nos servía hasta
entonces. Es el mundo VUCA (Volátil, Incierto,
Complejo y Ambiguo en inglés).
¿Cómo
podemos adaptar una organización para sobrevivir en este mundo tan alocado, el
mundo de lo complejo?
Desde
el mundo del ‘management’ se están explorando distintas metodologías para dotar a las organizaciones de mayor adaptabilidad que están
cada vez más presentes en la jerga habitual (desde las metodologías ágiles a la
Holacracia), pero para entender con mayor profundidad cómo funciona este mundo
complejo hay que adentrarse en lo que la ciencia está empezando a comprender de
su funcionamiento.
Así
que quiero avisar de entrada que este post requiere un cierto grado de
‘frikismo’ y a la vez que solamente pretender rascar la superficie de un tema
que tiene muchísima profundidad y que un servidor está empezando a explorar.
La ciencia de la complejidad
El enfoque que tantos éxitos ha cosechado en la historia de
la ciencia basado en diseccionar un problema en sus partes más simples (“reduccionismo”)
para poder comprenderlo, no es el adecuado para explicar una serie de fenómenos
en los que el número de variables es demasiado grande.
La palabra ‘complejidad’ procede de la raíz latina Pléctere que significa ‘entrelazar'.
Así, en el mundo complejo multitud de factores están
intrínsecamente relacionados entre sí, y mediante sus relaciones configuran una
realidad en la que ‘el todo es más que
la suma de sus partes’, de la misma manera que un tejido es más que los
hilos de fibra que lo componen. Es necesario entender ‘el sistema’ más que
a sus componentes. Tiene que ver más con las relaciones entre sus elementos
que la naturaleza de cada uno de ellos.
Quizá
la primera aparición de una ‘ciencia de la complejidad’ fue un ‘paper’ de 1948 escrito por Warren Weaver, el padre de la teoría de la
información (atención a la ironía: Weaver=Tejedor
en inglés) en la que exhortaba a desarrollar una nueva serie de
herramientas que nos permitieran entender los ‘problemas de complejidad
organizada’. Todavía estamos en ello.
De
entrada este es aún un campo muy emergente en el que convergen muchas
disciplinas y dónde aún hay que ponerse de acuerdo incluso en la propia
definición de “complejidad”, pero que empieza ya a producir sus frutos en los
múltiples centros de referencia que se
están especializando en el estudio de la complejidad como el Santa Fe Institute, el epicentro de la disciplina.
Sistemas Complejos
En
ámbitos y fenómenos tan distintos como por ejemplo las comunidades de insectos
sociales, el cerebro, la evolución de los seres vivos, el sistema inmunitario,
la evolución de los mercados o las redes informáticas la ciencia está
descubriendo ocultos patrones de funcionamiento en común.
Este
es el terreno de los Sistemas Adaptativos
Complejos, donde redes de elementos
individuales sin un control central y que siguen reglas de funcionamiento
relativamente simples, dan lugar a la emergencia
de comportamientos mucho más sofisticados e incluso adaptación a través del aprendizaje o la evolución.
Un
ejemplo fantástico es una colonia de
hormigas: cada una de ellas, dotada de un cerebro básico, sigue unas reglas
relativamente simples (recoger comida, seguir el rastro de una feromona, etc) pero
aún así logran construir sofisticados hormigueros, puentes para salvar
obstáculos y sociedades que funcionan (más tiempo que las humanas, por cierto)
sin necesidad de un sistema de control centralizado (la hormiga Reina manda
menos de lo que Disney nos ha hecho creer).
Otro
ejemplo es el sistema inmunitario que
es capaz de ‘resolver’ ataques infecciosos mediante las actividades
independientes de un conjunto de células (linfocitos) que no son muy listas, no
tienen un ‘jefe’ ni una visión del total del cuerpo en el que se mueven. El
‘sistema’ es incluso capaz de ‘aprender’ y mejorar su respuesta ante futuros
ataques de un patógeno.
Y
quizá el ejemplo más espectacular de todos es nuestro propio cerebro,
donde las ‘simples’ neuronas al conectarse en gran número dan lugar a toda
la creatividad y pensamiento humano e incluso a algo tan difícil de definir
como la consciencia.
¿Qué
podemos aprender de estos casos?
Hemos
avanzado en el entendimiento de estos fenómenos y aparecen algunas características que los sistemas complejos comparten:
Conectados en red
Los
sistemas complejos están compuestos por agentes
independientes conectados de alguna manera entre sí.
Estos
‘agentes’ pueden ser prácticamente
cualquier cosa (personas, células, ciudades u hormigas …). Del mismo modo, la ‘conexión’ entre los
agentes también puede ser de muchos tipos (por ejemplo, relaciones de amistad
entre personas, relaciones comerciales entre empresas o flujos de emigración entre
ciudades).
Estas
relaciones se pueden representar en forma
de redes donde cada agente es uno de los nodos.
Frecuentemente,
estas redes presentan una configuración tal que permite que la información
fluya en ellas muy rápidamente. Son redes
de tipo ‘mundo pequeño’ que el sociólogo Stanley Milgram hacia 1960 popularizó
con la famosa tesis de los ‘seis grados de separación’ según la cual cualquier
persona estaría conectada con cualquier otra únicamente a través de únicamente
un promedio de cinco conocidos comunes.
En
estas redes, algunos nodos concentran la
mayoría de las conexiones (dicho de manera más técnica, el número de conexiones
por nodo sigue una ley de potencia).
Es el caso de los ‘Hubs’ de los aeropuertos, de los grandes portales de
Internet o de las personas ‘conectoras’ hipersociales que deambulan por las
organizaciones y que atraen cada vez más conexiones de la misma manera que el
rico se hace más rico.
Estas
redes presentan un alto grado de
resiliencia, es decir pueden mantener sus propiedades si se desconectan o
incluso se eliminan algunos de sus nodos de manera aleatoria: por ejemplo,
muchos ordenadores individuales fallan o se desconectan de Internet todos los
días y eso no perjudica a la Red en su conjunto. Esta fortaleza tiene su punto
débil en los hubs superconectados, donde un problema puede traer dificultades
para toda la red, como bien saben los piratas informáticos.
Retroalimentación
En
los sistemas complejos suelen detectarse bucles
de retroalimentación (feedback) que modulan el comportamiento individual de
los agentes. Por ejemplo, las hormigas adecúan su comportamiento al que
perciben de sus compañeras y eso facilita que la colonia se comporte
adecuadamente.
Además,
frecuentemente estos sistemas están inmersos dentro de sistemas superiores y a
la vez contienen a otros en una sucesión de sistemas interdependientes.
De
esta manera, por ejemplo una célula que constituye un por si misma un sistema
complejo, forma parte del sistema inmunitario, que a su vez está contenido en
el sistema del cuerpo humano, que a su
vez está contenido en una sociedad, que a su vez…
Esta
sucesión endiablada de sistemas anidados hace que sea necesario considerar el
entorno más allá del propio sistema para entender su comportamiento.
Relaciones no-lineales
En
este tipo de sistemas, una pequeña perturbación en las condiciones iniciales puede
generar efectos importantes en el resultado final (es el conocido ‘efecto
mariposa’ de la teoría del caos).
Lo
que se deriva de esto es que la relación entre causas y consecuencias pueden no
ser solamente ser difíciles de discernir, sino fundamentalmente imposibles de
prever.
Recientemente
un travieso animalito le ha demostrado esto al CERN
cuando al morder un cable ha detenido el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) ,
una máquina de 7.000 millones de dólares.
Emergencia
Precisamente,
una de las características más inesperadas e interesantes de este tipo de
sistemas es la aparición de cierto orden
a partir del desorden.
En
su forma más básica, se observa la aparición de patrones de forma en todo tipo
de fenómenos desde las figuras geométricas que forman los copos de nieve o las
bandadas de estorninos.
Formas
más complejas de emergencia son las sociedades que emergen de las interacciones
de los insectos sociales, la evolución de los seres vivos, o el comportamiento
de los mercados bursátiles.
Quizá
el ejemplo más espectacular es la aparición de eso que llamamos ‘vida’ a partir
de la interacción de las inanimadas moléculas que componen sus pilares
fundamentales.
Adaptación
Al combinar las anteriores características, estos sistemas son capaces de adaptarse
a su entorno, sin una dirección centralizada ‘inteligente’. Un ejemplo clásico es
la evolución darwiniana en la que los seres vivos se ‘adaptan’ a los cambios
del entorno o como una colonia de hormigas es capaz de regular la temperatura
de su hormiguero.
Me
gusta especialmente el caso del moho que es
capaz de encontrar el camino más corto en un laberinto o diseñar una red de carreteras.
Precisamente esta
capacidad de sobrevivir a los cambios del entorno es la que está haciendo que
miremos hacia este tipo de sistemas para intentar descubrir sus secretos en estos momentos de cambio.
En posteriores artículos intentaré abordar la interpretación de la complejidad en el mundo de las organizaciones y en la gestión de personas.
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Interesante.. :) (by Edu)
ResponderEliminarFantástica explicación que permite entender por qué todos los modelos y metodologías emergentes, sobre gestión en las organizaciones, tienen como base fundamental la complejidad.
ResponderEliminarMuchas gracias por sintetizar la base que sirve para entender el resto de grandes propuestas de autores com Jurgen Apello, Niels Pflaeging, Alexandre Magno y otros muchos.
Muy interesante, ilustrativo para comprender de la simplicidad a los complejo de la vida y sus relaciones en todo contexto
ResponderEliminarQuién más está aquí por dinámica de sistemas del tec? xD
ResponderEliminarmuy interesante
ResponderEliminarque me ayudo a comprender sobre la complejidad