Trabajadores esenciales, o la esencia del trabajo

Articulo publicado el 19/7/23 en Future for Work Institute

A comienzos de este mes de mayo, la Organización Mundial de la Salud anunció oficialmente el fin de la pandemia de COVID-19. A tres años desde que se encendieran las alarmas de emergencia, es momento de hacer balance. En este recuento, la cifra más dolorosa es la de las víctimas de esta crisis sanitaria: aproximadamente siete millones de vidas perdidas según los registros oficiales, que podrían haber sido muchas más si no se hubiera logrado el hito sin precedentes de desarrollar y distribuir miles de millones de dosis de vacunas. Las repercusiones indirectas de la pandemia, como la emergente crisis de salud mental y los impactos sobre la generación que ha vivido su juventud en este contexto, son enormes y aún difíciles de cuantificar. Será necesario más tiempo para entender y desentrañar completamente estas consecuencias.

El mundo laboral por supuesto no fue inmune a los efectos del virus: el abrupto estancamiento de la economía global provocó inicialmente una pérdida directa de empleos. Sin embargo, a medida que estos puestos de trabajo han ido recuperándose, es probable que la concepción misma del trabajo para muchas personas haya cambiado para siempre. El teletrabajo, anteriormente considerado una curiosidad, se ha convertido en una modalidad familiar para una parte sustancial de la población.

Pero mientras nos adaptamos a la ‘nueva normalidad’ (si es que tal concepto existe en la era actual), existe el riesgo de que olvidemos el papel crucial que algunas personas desempeñaron durante nuestros días de confinamiento. Aquellas personas a las que aplaudíamos desde nuestras ventanas porque, gracias a su labor, el resto de nosotros podíamos continuar con nuestras vidas con cierta normalidad. Son los denominados «trabajadores esenciales», aquellos que la pandemia señaló como irremplazables en nuestra sociedad.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha publicado recientemente un informe titulado “The value of essential work” en el que revisa la situación a nivel mundial de estos trabajadores a los que tanto debemos.

¿Quién es esencial?

El término «trabajos esenciales» precede a la pandemia y se ha utilizado para identificar labores asociadas a infraestructuras críticas de los países o para limitar el derecho a huelga en ciertas profesiones críticas.

En el contexto del COVID-19, esbozar una definición precisa de estos trabajadores esenciales se complica, debido a las diferencias en las listas que se distribuyeron en los distintos países. Además, es necesario un análisis detallado de las estadísticas para discernir entre las diversas ocupaciones dentro de un mismo sector.

En primera instancia, este informe de la OIT se centra en los trabajadores que tuvieron que abandonar la seguridad de sus hogares para cumplir con sus labores durante la pandemia, excluyendo así aquellas ocupaciones que pudieron ejercerse de forma remota.

El informe identifica ocho categorías de ocupaciones que se consideraron esenciales durante la pandemia: aquellas relacionadas con la alimentación, salud, seguridad, limpieza, transporte, comercio, y las tareas manuales y técnicas que requerían presencia física.
Un hallazgo previsible al revisar los datos es que la proporción de estos trabajadores esenciales disminuye conforme aumenta la riqueza de los países. En otras palabras, a medida que los países se enriquecen, sus empleos tienden a alejarse de lo esencial, incluso cuando los datos se ajustan para considerar la mayor prevalencia de la agricultura en los países menos desarrollados.

Así, la proporción estimada de trabajadores esenciales varía desde un 34% en los países más ricos hasta un 73% en los más pobres. En total, alrededor del 52% de los trabajadores a nivel mundial entrarían en esta clasificación. Otro estudio de la Unión Europea publicado a principios del año pasado sitúa este número en el 42% de los trabajadores en esta región.

Las características socio-demográficas de estos trabajadores varían según la ocupación y el país, pero en general, en los países más ricos, la proporción de mujeres en estos roles aumenta, especialmente en el sector de la salud. También es notable en estos países el papel desempeñado por los inmigrantes, que ocupan una parte significativa de los trabajos esenciales.

Expuestos

Por si quedaba alguna duda, los datos del informe de la OIT confirman que estos profesionales esenciales fueron los más afectados por los peores embates de la pandemia, al estar más expuestos al virus en su labor diaria, a menudo sin las medidas de protección adecuadas, sobre todo al inicio de la crisis. En Estados Unidos, por ejemplo, los trabajadores esenciales experimentaron un incremento de cinco puntos en su tasa de exceso de mortalidad.

Además del riesgo directo a su vida, también los niveles de estrés soportados tuvieron un impacto negativo en su salud mental. A la tensión inherente por la exposición personal y familiar al riesgo, y a un entorno laboral especialmente desafiante y sobrecargado, se sumó en ocasiones el estigma social. A pesar de recibir aplausos, en algunos casos también sufrieron amenazas de vecinos temerosos ante la posibilidad de contagio.

El informe de la OIT también destaca que estos trabajadores, aunque catalogados como esenciales, padecen en general condiciones laborales más desfavorables en casi todos los parámetros analizados: salario, temporalidad, formación proporcionada por sus empleadores, distribución de horarios, mayores riesgos psicosociales, y peores coberturas.

Este contexto de vulnerabilidad, a pesar de su contribución crucial en la crisis, no hace sino reafirmar la necesidad de reevaluar la valoración que como sociedad concedemos a estos roles.

El valor de lo esencial

Superar la pandemia ha sido un testimonio de la resiliencia de nuestra sociedad. Pero la verdadera resiliencia no reside solo en sobrevivir a las crisis, sino en aprender de ellas y adaptarse para el futuro. En este mundo de policrisis en el que estamos, esta no va a ser la última. De esta experiencia, una lección destaca con una claridad indiscutible: somos dependientes del trabajo que realizan estos trabajadores esenciales. En su verdadera esencia, el trabajo tiene como objetivo proporcionar un servicio o producir un bien que la sociedad necesita, y esta pandemia ha reafirmado cuán esenciales son estos roles.

La preparación para futuras crisis exige que consideremos a estos trabajadores esenciales como componentes críticos de nuestro engranaje social. Mantenerlos protegidos, saludables y bien apoyados no es sólo una cuestión de justicia laboral, sino una necesidad estratégica para fortalecer la resiliencia de nuestra sociedad en su conjunto.

Les aplaudimos desde nuestros balcones, reconociendo brevemente su sacrificio y su valor. Pero ¿y si transformamos esos aplausos en algo más tangible y duradero?

 

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