Winter is coming (se acerca el invierno)
A pesar de estar iniciándose el verano en la mitad norte del planeta, parece que en otro plano distinto “se acerca el invierno”, como dirían en Juego de Tronos. Con la economía aún débil tras la pandemia, soplan de nuevo vientos fríos y amenazadores. El incremento de precios de la energía afecta a todos los sectores. La guerra en Ucrania se alarga mucho más de lo previsto. Los intentos de los bancos centrales por controlar una inflación desbocada subiendo los tipos de interés están poniendo fin a décadas de ‘dinero barato’ que ha permitido a empresas y personas endeudarse para impulsar sus proyectos.
Pero por miedo a abrir la caja de Pandora y crear una profecía autocumplida, los políticos se resisten todo lo que pueden a mencionar la palabra. Aunque cada vez más voces advierten que la llegada de una recesión en los próximos meses es inevitable. Un informe del Banco Mundial publicado recientemente advierte que el próximo panorama vendría dominado por la perversa combinación de aumento de precios y freno del crecimiento económico conocida como “estanflación”, palabra acuñada en 1965 por el entonces ministro de finanzas británico que describió esta situación nada menos que como ‘lo peor de los dos mundos'.
Las bolsas internacionales, que no suelen esperar a las declaraciones oficiales, ya están mostrando en los mercados la transición a una tonalidad menor, como dirían los músicos. El índice de ‘miedo y codicia’, que combina distintos indicadores y resume el sentimiento de mercado, se sitúa ahora mismo en la posición de ‘miedo extremo’, lo que indica que los inversores están empezando a saltar del barco. Tras el desplome inicial y más esperable de los activos de alto riesgo, como las criptomonedas, o las startups que no han conseguido demostrar su viabilidad, le ha llegado el turno también a valores mucho más sólidos como las compañías que forman parte del selecto índice S&P500 o incluso a los inexpugnables gigantes tecnológicos, los famosos FAMGA, que también han visto caer su valoración.
El mercado laboral de EE.UU. que para bien o para mal, reacciona siempre más rápidamente que el europeo, ha comenzado a mostrar ya signos de corrección. Muchas compañías han frenado las incorporaciones de nuevos empleados, y ‘Hiring Freeze’ se sitúa ahora mismo como tendencia en las búsquedas de Google. Otras están yendo más allá ajustando a la baja sus plantillas. Un ejemplo reciente es el caso de JP Morgan, que ha comenzado a enviar a casa a cientos de sus empleados vinculados con el negocio hipotecario, al empezar a desinflarse la burbuja inmobiliaria de los últimos años en Estados Unidos.
Incluso el sector tecnológico, donde existe una alta demanda de talento difícil de cubrir, se está enfriando. Con modelos de negocio a menudo un tanto inestables y que dependen mucho de las ‘rondas de inversión’ que los sostienen, las empresas de este sector tampoco son inmunes al frenazo económico. La página web que hace un seguimiento de los despidos en las startups desde que se inició la pandemia da cuenta de una nueva ola de salidas y Elon Musk, más conocido por su visión de futuro que por su sensibilidad con la gestión de personas, ha anunciado recientemente ajustes en Tesla porque tiene un ‘sentimiento supermalo acerca de la economía’.
Las áreas de recursos humanos, que están aún intentando dar respuesta a los cambios que la pandemia ha traído al mundo del trabajo, van a tener que hacer un nuevo ejercicio de adaptación de su estrategia. Se acerca un invierno económico que previsiblemente puede extenderse por un periodo bastante largo, y como hacen los animales en la naturaleza, será necesario prepararse para pasar este periodo lo mejor posible.
Hacer tangible lo intangible
En momentos de vacas flacas queda poco margen para la poesía. Habrá que tener preparados argumentos convincentes, lo más sólidos y basados en datos posibles, que respalden los distintos proyectos e iniciativas del área. Aunque siempre debería ser así, ahora especialmente es momento de revisar con mirada crítica la estrategia de personas y ver cómo se puede apoyar a un negocio que lo va a tener difícil. Se trata de ir más allá de proporcionar soporte a unas demandas que se van a ir orientando cada vez más a las urgencias inmediatas, ser capaz de anticiparse y mantener una visión a medio y largo plazo que no destruya lo construido en años mejores.
Y lo mismo es válido para la relación con los empleados, que mirarán hacia el área de RR.HH. y esperarán soluciones reales a los problemas concretos y acuciantes que previsiblemente traerá un escenario complicado. También habrá que prestar especial atención a la experiencia del empleado en aspectos menos ‘glamurosos’ de lo que nos gustaría, como por ejemplo el impacto de la inflación en la retribución, o la seguridad psicológica en un entorno de mayor presión. En los casos en que las salidas de la compañía sean inevitables, será importante hacerlo de la mejor manera posible, valorando recurrir a servicios especializados de outplacement que ayuden a suavizar las transiciones.
Menos es más
Otra característica típica de estos periodos es la contracción de los presupuestos disponibles, y normalmente el área de RR.HH. es de las primeras en sufrir los recortes.
Ante la presión en este sentido, es hora de mantener las cosas simples y construir una estrategia de recursos humanos ‘minimalista’ que no añada ni más coste ni más complejidad a los momentos difíciles que se avecinan.
Pero también habrá que tener en cuenta el famoso aforismo que se atribuye a Einstein: “Todo debería hacerse lo más simple posible, pero no más”. Habrá que encontrar maneras de destilar lo esencial y concentrar la energía en mantener en marcha –aunque sea a fuego lento– los proyectos clave para salir reforzados cuando pase la tormenta. Sobre todo porque las iniciativas que realmente valen la pena muchas veces requieren la inercia de los años y no admiten atajos, como es el caso de los cambios culturales o la construcción de una marca sólida como empleador.
Liderazgo no habituado a esto
El tiempo pasa volando y la última crisis financiera del 2008 es, para muchos equipos directivos, únicamente un recuerdo un tanto borroso. Con la brutal excepción de la pandemia, para muchos de ellos una parte significativa de su carrera profesional se ha desarrollado en un entorno de crecimiento económico. Incluso los más jóvenes habrán llegado a alcanzar posiciones directivas habiendo conocido únicamente este escenario. Todavía tendríamos que ir más atrás en el tiempo, hasta los días en que estas personas que hoy lideran las compañías estaban aún en el colegio, para encontrar un escenario similar de ‘estanflación’ al que parece que nos dirigimos.
Defender los márgenes de venta trasladando a clientes cada vez más sensibles los costes inflacionados, lidiar con frágiles cadenas de suministro o un acceso más complicado a la financiación van a ser solamente algunos de los retos a los que se van a enfrentar.
La presión creciente por los resultados a corto puede hacer que las habilidades de liderazgo para las que se han preparado se enfrenten a un ‘momento de la verdad’ donde sean puestas a prueba.
Desde el área de RR.HH., proporcionarles apoyo y a la vez cuidar de la calidad del liderazgo en estos momentos, sin duda va a ser otra de las claves a tener en cuenta. Como descubrimosen los primeros momentos de la crisis COVID, en estos escenarios es fácil que se produzca una desconexión entre cómo viven la situación los equipos directivos y cómo la vive el resto de la plantilla.
Continuar mirando hacia fuera y hacia delante.
En situaciones de crisis es comprensible que la atención se dirija a lo urgente y que mucha de la energía disponible se emplee en tratar de controlar los incendios que surgen dentro de la organización. Precisamente por esto, o en estos momentos es importante dejar espacio en las agendas para poner las luces largas y mirar más allá de lo inmediato.
Cultivar la resiliencia de las organizaciones implica mantener siempre abierta la vía de la exploración, saber qué ocurre más allá de las fronteras de la organización y continuar apostando por la innovación. Nunca se sabe de dónde vendrá el nuevo producto, servicio o mejora organizativa que puede marcar la diferencia.
La crisis del COVID, a pesar de todos los desastres que ha conllevado, también ha servido para poner sobre la mesa la idea de revisar la manera en que trabajamos permitiendo algunos cambios que nos parecían antes imposibles, como normalizar el trabajo remoto.
Dependerá de nosotros seguir avanzando en construir un mejor futuro para el trabajo, aunque haga un poco más de frío.
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