Psicodélicos en la oficina

Artículo publicado el 16/10/23 en Future for Work Institute


Entre el alud de noticias que abundan hoy en día sobre Inteligencia Artificial, una tendencia emergente en el mundo de la gestión de personas que tiene más que ver con los humanos que con las máquinas, puede pasar desapercibida: la creciente práctica de consumir pequeñas cantidades de sustancias alucinógenas en algunos ambientes profesionales, conocida como «microdosificación».

Contrariamente a la imagen tradicionalmente marginal asociada con el consumo de drogas, la moda de la microdosificación ha echado raíces en el corazón de la tecnología y la innovación, Silicon Valley, donde esta práctica ha encontrado adeptos entre profesionales altamente educados y remunerados. 

Esta técnica implica la ingesta regular de una pequeña fracción de la “dosis recreativa” habitual de sustancias como el LSD, el MDMA (comúnmente conocido como éxtasis) o la psilocibina, el ingrediente psicoactivo de las ‘setas mágicas’. Al mantener la dosificación a este nivel mínimo, a menudo por debajo del 10%, los usuarios no buscan el “viaje” completo con intensas alucinaciones asociadas con dosis más altas. En cambio, persiguen obtener unos beneficios más sutiles que se cree que estas pequeñas cantidades pueden ofrecer: un aumento en la energía, un impulso en la creatividad y una mejora general en el bienestar y la percepción emocional.

Cabe recordar que el consumo de drogas alucinógenas no es precisamente una invención reciente de Silicon Valley, sino que tiene una larga historia que se remonta a los albores de la humanidad. Tenemos evidencia de su uso en rituales y para fines medicinales desde la prehistoria, y es bien conocido cómo su empleo ha perdurado hasta el día de hoy en ciertas culturas indígenas.

En tiempos más recientes, la síntesis accidental del LSD en 1938 por Albert Hofmann, quien estaba inmerso en la investigación farmacéutica en Sandoz (hoy Novartis), impulsó su popularidad en los años 60 y principios de los 70 del pasado siglo. Durante esa era, caracterizada por el auge de la contracultura y el movimiento hippie, la experimentación con estas sustancias con fines médicos pero también recreativos, fue habitual e incluso catalizó la emergencia del ‘arte psicodélico’, un movimiento artístico que buscaba reflejar en sus obras las experiencias alteradas de la conciencia.

Aunque la regulación legal subsiguiente y la emergencia de nuevas drogas disminuyeron la popularidad de los alucinógenos, nunca llegaron a desaparecer completamente, especialmente en Silicon Valley. Allí, donde la resonancia de la cultura hippie es parte de su idiosincrasia, personalidades notables como Steve Jobs y Bill Gates admitieron haber experimentado con estas sustancias en sus años jóvenes.

Hoy en día, aunque estas sustancias siguen estando prohibidas en muchos países, están resurgiendo, impulsadas en parte por un renovado interés terapéutico. Prestigiosos centros de investigación, como el de la Universidad Johns Hopkins y el Imperial College de Londres, están explorando de nuevo su prometedor potencial médico para el tratamiento de diversas enfermedades relacionadas con la salud mental. En una noticia reciente y relevante, Australia aprobó este año el uso de medicamentos que contienen estas sustancias para ciertos tratamientos, aunque siempre bajo estricta regulación.

En el mundo del trabajo, esta era de renovado interés en los psicodélicos coincide con una transformación estructural en el ámbito laboral que ha estado en marcha durante años, valorando más las habilidades cognitivas, como la creatividad, sobre las tradicionales capacidades físicas. Además, enfrentar el estrés en un entorno laboral cada vez más ‘líquido’ e inestable y que demanda una conexión constante, se ha vuelto un desafío creciente.

Por otro lado, el actual mundo laboral post-pandemia, con la subsiguiente crisis de salud mental que aún estamos digiriendo y la adopción generalizada del teletrabajo, donde las líneas entre lo ‘privado’ y el ‘trabajo’ se vuelven cada vez más borrosas, presenta un terreno fértil para la creciente popularización de estas sustancias que prometen proporcionar un suplemento para nuestra demandante actividad en el trabajo. 

Para conseguir estas microdosis ya no es necesario acudir a entornos sórdidos. Al calor de su creciente popularidad, han surgido distintas start-ups que venden unos modernos kits, fácilmente accesibles por correo aprovechando las zonas grises en la legalidad. En Europa, muchas de estas empresas se localizan en Holanda, país que es conocido por tener una legislación en cuanto a estas sustancias más laxa. Un ejemplo entre muchos otros es el de la compañía Microdose Pro que ofrece un “Starter Pack” por 50 euros e incluso talleres quincenales de “coaching” por Zoom para iniciarse cómodamente en el tema.

Empresas pioneras en esto, como la californiana MUD\WTR, que precisamente comercializa un producto alternativo al café, están adoptando una postura abierta respecto al uso de ciertas sustancias por parte de sus empleados. Argumentan que, en una era donde el consumo de estas sustancias está aumentando, ellos deciden optar por la transparencia y señalando la normalización de otras drogas como el café, el alcohol y el tabaco en el entorno corporativo. 

Ciertamente, estas otras sustancias ya asumidas en nuestra cultura, son a menudo incentivadas o como mínimo toleradas en el lugar de trabajo (como evidencian las cafeterías de oficina o el alcohol que fluye libremente en muchos eventos corporativos). Según el último informe sobre el uso de sustancias psicoactivas en el contexto laboral en España, de hecho, el tabaco y el alcohol son reconocidos como las sustancias más consumidas, con un 35% y un 9,6% de consumo diario, respectivamente. En cuanto a las sustancias ilegales, el cannabis encabeza la lista, con un 8,5% de los trabajadores que declaran haberlo consumido en el último mes, seguido por la cocaína, con un 3,1% que indica haberla usado en el último año. Otras drogas ilegales, incluidos los alucinógenos que son el foco de este artículo, representarían menos del 1%

A diferencia de las prometedoras investigaciones terapéuticas con dosis completas, la investigación académica sobre el uso de estas microdosis aún no arroja unos resultados claros. Los estudios más recientes y rigurosos que incluyen control por placebo, como este de Estados Unidos o este otro de Reino Unido ponen en duda que unas dosis tan pequeñas consigan los efectos buscados como apuntaban los primeros estudios. Asumiendo que es aún pronto para tener una conclusión y debido a que tampoco todavía no disponemos de sobre los riesgos de consumir estas microdosis a largo plazo, expertos en el campo recomiendan precaución.

Solo el tiempo determinará si estas sustancias se afianzarán como un ‘suplemento’ más en el arsenal para potenciar las capacidades cognitivas en el competitivo mundo laboral actual, quizás encontrando su lugar al lado de las máquinas de café en las oficinas. O, por el contrario, si su uso será una tendencia efímera, permaneciendo en los márgenes como una herramienta reservada para los entusiastas del “biohacking”, envuelta en un halo de clandestinidad.

Resulta paradójico que, en una era preocupada por las “alucinaciones” de esta Inteligencia Artificial que está infiltrándose en el tejido empresarial, los humanos también busquen el refuerzo de sustancias exógenas para capturar ese impulso adicional de creatividad y productividad que se espera compita con las capacidades emergentes de las máquinas. 

Por último, y quizá lo más importante, no deberíamos olvidar que existen estrategias más comprobadas y seguras que ofrecen beneficios similares a los buscados con estas sustancias: dormir adecuadamente, mantener una dieta saludable, hacer deporte, asegurar suficiente descanso y fomentar un ambiente laboral positivo, por nombrar solamente algunos.

Sin embargo, quizás estas soluciones carecen del «hype» suficiente para captar la atención de Silicon Valley…


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