Tomárselo con humor
Estas Navidades he dado por
casualidad con el libro "La oficina en The New Yorker", que recoge viñetas humorísticas sobre la vida en
el trabajo aparecidas en este célebre semanario a lo largo de su historia, que
se remonta a los años treinta.
Cerrando este año especial
para mi, en que precisamente he puesto en marcha un proyecto de consultoría
enfocado a adaptar las empresas a los nuevos tiempos y escrito junto a Santi
García un libro centrado en explorar el "futuro del trabajo" revisando las tendencias más innovadoras, hojear
esta selección ha sido a parte de divertido, una ducha fría de realidad: los chistes tienen gracia porque la mayoría
de las situaciones que exprimen los dibujantes siguen ocurriendo en las
organizaciones de hoy, a pesar de que algunos dibujos fueron hechos hace
más de 50 años.
Así que me ha parecido una
buena manera de cerrar con un poco de humor el año hacer una ‘reseña’ del libro
usando estas viñetas para subrayar la tarea que queda por hacer en el mundo de
las organizaciones.
La principal conclusión que
uno puede sacar al ver los dibujos es que el
trabajo sigue siendo para muchos solamente algo que hay que hacer para poder
vivir o directamente un infierno: Las distintas encuestas que existen
apoyan esta visión pesimista del trabajo, como por ejemplo el último informe de Gallup que sitúa en un pobre 13%
los que se definen como comprometidos (“engaged”)
en su trabajo (y uno de cada cuatro como ‘activamente no comprometido’, o sea
directamente negativos para sus organizaciones). Esto no habla muy bien de las décadas que llevamos desplegando “Management”,
“Gestión de Personas”, “Técnicas de liderazgo”, etc…
Me atrevería a aventurar que
la causa de un fracaso tan estrepitoso no hay que buscarla en las técnicas
empleadas o en las personas involucradas, sino en un problema de diseño básico de la mayoría de las organizaciones
donde se produce el trabajo hoy: estas fueron diseñadas para la ‘eficiencia’ de
los procesos propia de la Era Industrial, y no para conseguir el compromiso de
los creativos seres humanos (como dijo Henry Ford: ¿Porqué cuando pido un par
de brazos me vienen con un cerebro?).
La imagen de los ‘cubículos’
que tan bien reflejan muchas de las viñetas de este libro y de las tiras de
Dilbert me recuerdan mucho al empleado de la cadena de montaje concentrado
únicamente en lo que tiene delante – ¿su trabajo? - sin interaccionar con otras
personas.
Estas estructuras que dividen la organización entre ‘los que piensan’ y ‘los
que hacen’, pueden ser muy eficientes para producir de manera predecible,
pero a cambio tienen como efectos
secundarios el deterioro de la capacidad de innovación y la necesidad de una
interminable jerarquía de mandos intermedios que asegure el control y la
transmisión de las “órdenes” desde el “puesto de mando” centralizado.
Esta estructura suele hacer que las organizaciones dediquen más tiempo y neuronas a gestionar su propio sistema con burocracia y política
que al contacto con su cliente, aspecto que en muchos casos se ‘externaliza’
(quien haya recibido estos días llamadas desde la otra punta del planeta para
tratar de convencerle de que cambie de operador de telefonía entenderá a lo que
me refiero).
Otro efecto de la estructura
jerárquica basada en el control es la creación de ‘managers’ cuya función
principal es la de controlar el detalle del trabajo de sus subordinados (micro-management), lo que les impide
dedicarse a aportar más valor. Llevamos muchos años hablando de ‘liderazgo’
cuando queríamos decir ‘gestión’.
Para terminar con un poco de
optimismo, afortunadamente estos primeros meses como consultor, me han
permitido constatar que existe verdadera
demanda de transformación y que la necesidad y las ganas de hacer levantar
del sofá a las organizaciones, volviéndolas
más ágiles, es común en todos los sectores (desde la Banca al ‘Tercer
Sector’).
Para ser honestos, muchas
veces esta demanda está impulsada por
los ‘chalados’ que habitan dentro de las jerarquías y que quieren cambiar
el status quo desde dentro (‘intraemprendedores’ sería un nombre más correcto).
He tenido la suerte de conocer en pocos meses a muchos de estos ‘locos y locas’
y de ver como luchan contra viento y marea por salvar a su organización de una
muerte lenta, quizá sin el reconocimiento que merecen, pero esto lo dejo para
otro post del año que viene…
En fin, os recomiendo el libro y os animo a descubrir más 'perlas' en él.
Feliz 2014!
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