La libertad es gratuita: Lecciones de Google
Ya
no nos acordamos apenas, porque en menos de 20 años se ha convertido en parte
inseparable de nuestras vidas – digitales y no tan digitales-. Cuando buscamos
información en la maraña de Internet (Google.com), cuando queremos descubrir
mundo (Google Maps, Street View, y Google Earth), cuando consultamos nuestro
correo (Gmail), cuando usamos nuestros móviles (Android/Google Play)., cuando
vemos vídeos (Youtube), cuando
conectamos nuestra calefacción (Nest),
etc.
Y
siguen adelante… Su última jugada, ha sido crear una macro-corporación
‘paraguas’ denominada Alphabet, que ordena y
da cobijo a estas y otras iniciativas en las que se han embarcado: Coches
autónomos, terminar con el envejecimiento,… Tanto poder junto y ganas de
impactar en el mundo asustaría hasta el más curtido guionista de James Bond.
Aunque
provoquen cierto recelo y en algunas ocasiones directamente controversia ,en el
fondo causan admiración: ¿Cómo demonios lo han logrado? ¿Cuál es su secreto
para ser capaces de generar una innovación tras otra?
Está
claro que si existe una compañía que es
un ejemplo de lo que se puede conseguir a través del ‘talento’, esa es Google.
Han logrado ser un imán para los mejores profesionales del mundo, crear una
cultura de innovación y mantenerla con el crecimiento.
Además
de su evidente éxito en el mercado, es también la empresa más deseada como
lugar de trabajo. Más allá de coleccionar premios de terceros, portales como Glassdoor, donde los propios
empleados opinan sobre su empresa, dejan claro que realmente consiguen
entusiasmar a su gente.
Así,
que cuando descubrí el libro de Laszlo Bock, su VP de Gestión de Personas, no pude evitar comprarlo. En España se titula
‘La nueva fórmula del trabajo’ (Work Rules! en inglés)
He
de reconocer que a priori era escéptico, dado que muchas veces este tipo de
libros aportan poca información real y con un mínimo de profundidad, así que
empecé con un poco de pereza las más de cuatrocientas páginas, pero la verdad
es que me ha dejado buen sabor de boca, impulsándome a escribir este post como
reseña.
Bock
(en Google desde 2006) comienza en libro empatizando con el recelo que sabe que
provoca a los ‘pobres mortales’ recibir consejos de alguien que tiene la suerte
de disponer de todos los recursos del
mundo y por ello resalta que muchas de
las prácticas a las que atribuye el éxito de Google tienen poco o ningún coste
y que otras compañías menos famosas las están aplicando ya.
Veamos
algunos de estos aspectos que Bock considera claves:
Empezando por la base: las piedras angulares de la cultura Google.
Como
en cualquier organización, la cultura bebe directamente de los valores de sus fundadores. Respecto a
esto, Bock da especial importancia a que los dos creadores de Google (Sergey
Brin y Larry Page) fueron educados en escuelas Montessori, donde el método
didáctico se fundamenta en impulsar la creatividad y la autonomía, así como al
origen de la compañía en el entorno de la universidad de Standford donde ambos coincidieron y
decidieron arrancar el proyecto. En cierta manera este ambiente ‘universitario’
desenfadado ha pervivido en la compañía.
La relevancia de la misión de Google (“Organizar la información mundial y hacerla
universalmente accesible y útil”) constituye un objetivo de impacto
e inalcanzable, lejos de las horripilantes misiones que vemos en las webs
corporativas de otras compañías ( ‘… ser líder en nuestro sector…’, ‘… referentes
para nuestros clientes,…’). Esto ya eleva el listón para atraer a personas que
buscan impactar en un trabajo con sentido.
Las segunda
piedra angular de la cultura de Google, según Bock, es la “Transparencia”. La norma no escrita es que ‘se abre por defecto’ y cita
ejemplos como el acceso desde el primer día de los ingenieros recién
contratados a los secretos de los algoritmos de búsqueda (el equivalente a la
fórmula de la Coca-Cola en esta industria).
“Expresarse en voz alta” sería la
tercera pieza clave, animando a los ‘Googlers’ a participar en gestión de la
compañía. Un programa que me ha parecido interesante es el que llama
‘Controladores de la Burocracia’ con el que los empleados identifican
frustraciones en funcionamiento del sistema del día a día y colaboran a
solucionarlos.
Empezar por seleccionar a los mejores
Una
gran parte del libro está dedicada a explicar cómo reclutan y seleccionan,
aspecto al que le otorga mucha importancia. Bock cree que la mayoría de las
empresas erróneamente contratan ‘empleados promedio’ con la esperanza de formarlos
en vez de optar por contratar directamente a las ‘estrellas’. Presenta como
prueba la mucha mayor inversión en
Formación que en Selección en la mayoría
los presupuestos de RH.
Para
‘seleccionar estrellas’, recomienda ser muy lento y mantener una obsesión por la calidad (“No ceda a la presión”). Contratan únicamente el 0,25% de los
candidatos que someten a un proceso laborioso (llegaron a hacer entre 15 y 20
entrevistas por candidato). Aunque me cuesta creerlo, insiste en que el todos
los candidatos son evaluados en última instancia por el propio Larry Page.
Se
nota también el ‘perfil ingenieril’ de la empresa, orientado a medir, analizar
y automatizar todo: Revisan periódicamente la ingente cantidad de datos
generados en el proceso de selección, proporcionan feedback automatizado a los entrevistadores sobre su ‘buen ojo’ e
incluso disponen de un sistema que compara los CVs recibidos con los de los
propios empleados actuales para la comprobación de referencias.
Interesantes
algunas ‘locuras’ que han llegado a hacer para reclutar como la de poner un
cartel en la autopista con un enigma matemático, sin mayor indicación. Los
pocos valientes y capaces de
resolverlo, llegaban al equipo de
selección de Google.
Liderar para la autonomía
Otro
aspecto en que se insiste mucho es en ‘quitar
el poder a los directivos’. Cita una lista de ejemplos de cosas que un
directivo de Google NO puede decidir: A quién contratar o despedir, las primas
o ascensos que se otorgan a alguien, el diseño final de un producto y cuándo
lanzarlo,… Todas estas decisiones se toman en grupo o por un equipo
especializado independiente.
De
esta manera, dice Bock, se rompe el ‘nudo
gordiano’ que existe en las organizaciones tradicionales y que obliga a las
personas a estar más preocupadas por contentar a su jefe que en hacer un buen
trabajo.
En
esta línea, eliminan sistemáticamente signos de jerarquía como los nombres de
los cargos (Sólo hay 4 niveles ‘con sentido’ en la organización), los comedores
para directivos o las plazas de parking.
Asimismo,
la cultura prima la objetividad de los
datos lo que dificulta a los directivos imponer su opinión solamente por su
status o ‘intuición’. Uno de los sus principios es “No haga política. Use los datos”.
Esta
limitación del poder de los directivos va acompañada de una mayor autonomía del
resto del equipo, asumiendo que las personas son ‘buenas’ y responsables. La
‘política’ más famosa en este sentido es la posibilidad de dedicar un 20% del tiempo a proyectos no relacionados
con el trabajo diario (pero vinculados a lo que hace Google). Bock , que reconoce
que no es un programa ‘formal’ y que su
uso varia con la práctica y el tiempo, insiste en que es ‘más importante como
idea que como realidad’.
A
pesar limitar expresamente el poder de los directivos, tienen clara la necesidad
de disponer de buenos líderes.
Continuando
con su enfoque basado en datos, lanzaron
el Proyecto Oxígeno para identificar las cualidades de los líderes
en Google que más impactaban en el rendimiento de los equipos (¡de hecho, lo
lanzaron intentando probar que no tenían ningún impacto y que por tanto eran
prescindibles!). El resultado fueron ocho atributos clave que ahora usan para sus
evaluaciones: ‘Ser un buen entrenador’, ‘Dar poder al equipo y no
microgestionar’, ‘Expresar interés/preocupación por el éxito y bienestar personal
de los miembros del equipo’, ‘Ser productivo/orientado a resultados’, ‘Buen
comunicador’, ‘Ayudar al equipo en el desarrollo profesional’,
‘Visión/Estrategia clara para el equipo’ y ‘Disponer de las competencias
técnicas.’
No al ‘café para todos’
Bock
argumenta que en el entorno actual, donde el conocimiento tiene un mayor
peso, algunas personas pueden marcar la diferencia. La distribución del
rendimiento en las organizaciones ya no corresponde a la tradicional ‘curva de
Gauss’ de distribución aleatoria (es decir, en el extremo inferior
unos pocos empleados de bajo rendimiento, al otro extremo también pocos con alto
rendimiento y la mayoría de las personas de la organización situándose ‘la
media’), sino que se parece más a una ‘curva de potencial’ (unos pocos
empleados proporcionan la mayor parte del impacto a la compañía). En el primer
modelo, la mayor parte de la compañía colabora ‘en la media’. En el segundo, la
mayoría está ‘por debajo de la media’, por debajo del listón que han puesto muy
alto unos pocos.
Este
modelo, menos tranquilizador para muchos, implica que este pequeño grupo de ‘estrellas’
que marcan la diferencia en la compañía debe ser detectado, analizado y
tratado de manera especial al resto. Por ejemplo aboga por ‘pagar
injustamente’, entendiendo que precisamente la verdadera justicia está en pagar
por lo que cada uno aporta.
Igualmente,
identifican fuera del proceso oficial de evaluación el 5% de personas con menor
rendimiento (“No tratamos de despedir a
gente: buscamos personas que necesitan ayuda”). Parten de que dado que su
proceso de selección es muy exigente, estas personas son buenas, y algo les
está impidiendo demostrarlo, por lo que constituyen una importante oportunidad
para mejorar el rendimiento global de la organización.
¿Y cómo gestionan todo esto?
A
pesar de que están de acuerdo en que la mayoría de los sistemas de gestión del
desempeño se han convertido en muchos casos en meros procesos burocráticos que
no tienen el impacto que deberían, han decidido no ‘tirar la toalla’ (como están
haciendo hoy en día otras compañías que han optado por abandonar estos
sistemas).
El
sistema empieza fijando unas metas
ambiciosas, medibles y públicas, según el sistema de OKR (Objective and Key Results) desarrollado originalmente en Intel. Es
importante el matiz de ‘públicas’: los objetivos de cada persona son accesibles
en la página web interna (“justo al lado
de su número de teléfono”) lo que ayuda a compartir estos objetivos entre
todos.
Para
evaluar el rendimiento, disponen de un sistema bastante tradicional (una
evaluación que distribuye a las personas en una escala de 5 niveles -desde ‘necesita
mejorar’ a ‘magnífico’-) donde los OKR no son la única parte que se tiene en
cuenta y donde la característica clave está en que estas evaluaciones son ‘calibradas’ en discusiones en grupo (es decir, un
único directivo no decide la evaluación).
Una
vez al año, se pide también el feedback de los compañeros de la persona
o a los miembros de sus equipos, confeccionando una visión más global.
Insiste
también en algo que -aunque es un clásico- no se tiene en cuenta muchas veces: la
importancia de separar las conversaciones sobre retribución de las
conversaciones sobre desarrollo profesional.
Sobre
la formación como herramienta de desarrollo, Bock se muestra muy pragmático: menos ‘horas de formación’ y más impacto.
Recomienda invertir únicamente en formación que cambie realmente la conducta, y
como todo en esta casa, esto es medido con datos mediante experimentos A/B: a
un grupo se le da la formación y se observa si hay un cambio de conducta real
respecto al otro grupo ‘de control’. Si no es así, se corrige o directamente se
abandona esa iniciativa de formación.
Para
cambiar efectivamente las conductas usan también la filosofía de los ‘empujoncitos’ (‘Nudge’, del libro de R.Thaler yC.Sunstein) en que sutiles mensajes indirectos influyen en el
comportamiento. Un ejemplo curioso es cómo redujeron el tamaño de los platos en
que los empleados se sirven las comidas –gratis e ilimitadas- , para inducir a
los googlers a tomar menos cantidad de alimento, reduciendo las sobras y
colaborando a mejorar su salud.
Otra
manera de incentivar los comportamientos positivos es el programa gThanks que
permite a cada empleado conceder 175$ a otro compañero como premio por alguna
acción especial sin necesidad de supervisión.
Haciendo fluir las ideas
Además
de todo lo anterior, usan distintas herramientas para crear ‘momentos de
serendipia’ en que las ideas fluyan entre las personas. La más visible es el famoso
diseño del espacio físico de sus oficinas donde los restaurantes, las salas de
descanso, etc están pensadas a consciencia para generar interacción.
Para una intercambio de ideas más formal existen las charlas internas o externas, como las
Google Talks que pueden visualizarse en Youtube
No todo es bonito
El
último capítulo titulado ‘No todo son
arcoíris y unicornios’ es donde Bock muestra la otra cara de la moneda. Por
ejemplo, explica que tener un nivel tan alto de transparencia les genera de
promedio una filtración importante al año (la persona es despedida sin
contemplaciones).
También
explica que en general las personas se acostumbran bastante rápido a lo bueno, perdiendo
el efecto de incentivo que pretendía originalmente aquella política o
beneficio. Para ello, recomienda simplemente ‘No tener miedo a cambiar los incentivos una vez desaparecen las causas
para concederlos’.
Asimismo,
explica como ‘la innovación requiere una
poda juiciosa de vez en cuando para poder ‘poner más recursos en menos productos’. Esto, se traduce en que de
vez en cuando cancelan proyectos o productos enteros en los que muchas personas
habían depositado sus ilusiones y proyectos profesionales (p.e. Google Reader).
Y algo también para los de RH
El
epílogo del libro (“Sólo para fanáticos
de RH”), lo dedica a dar sus recomendaciones a los profesionales del área.
En
resumen, apunta que para llegar ‘al nirvana de los RH’, hay que avanzar en una
pirámide tipo Maslow en la que hay que cubrir cada nivel para ascender al
siguiente:
En
el primer grado de desarrollo, estaría conseguir que el área cubriera las necesidades
básicas: es decir, realizar los procesos
básicos de RH sin errores, lo que muchas
veces no es poco.
Un nivel
siguiente de desarrollo correspondería a lo que él llama ‘la personalización en
masa’, logrando equilibrar un volumen importante de empleados con la necesidad
de proporcionar una gestión personalizada de cada caso. Sobre esto, critica la
facilidad con la que frecuentemente las áreas de RH se escudan en la norma para
garantizar una malentendida ‘equidad’ impidiendo dar soluciones más específicas
a cada caso.
El último
nivel antes del nirvana sería conseguir ‘anticiparse’ a las necesidades: lanzar
los proyectos antes de que sean necesarios para resolver un problema, lo que
exige una mayor visión.
En
cuanto al equipo de RH, propone configurar equipos mixtos que aseguren la
diversidad de enfoques. En el caso de Google se combinan a partes iguales
personas procedentes de las ramas clásicas de RH con personas originarias de la
consultoría estratégica, así como otras de perfil más analítico (estadísticos,
físicos,…) que ayuden a sacar ‘jugo’ a los datos también en RH (HR Analytics),
con el objetivo de evaluar las acciones y conseguir llegar a predecir las
necesidades de futuro.
El
libro contiene muchos más detalles y anécdotas que lo hacen fácil de leer, así
como ejemplos de cosas que pueden ser fáciles de implementar en cualquier
empresa, si hay voluntad y se tiene la firme convicción de que las personas,
como dice Bock, son esencialmente buenas.
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